Bandera de Francia
La bandera que hoy Francia luce orgullosa guarda una historia tras sus colores. Una historia que nació como fruto de las ideas liberales que inundaron el país junto a la revolución francesa de 1789. Tantos sus colores como su diseño fueron una inspiración del Marqués de Lafayette, militar y político francés al que se le puede atribuir entre otras cosas el primer borrador de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano surgido por esos días en Francia.
Lafayette instó al pueblo francés a adoptar esta combinación de colores como insignia patria. Una bandera que unía tres colores en forma vertical, el rojo (junto al asta), el blanco y el azul, coincidiendo el rojo y azul como símbolo del pueblo francés y el blanco con la monarquía, como antiguamente se había empleado.
Durante los tiempos de la Primera República, estos tres colores se respetaron. No obstante, se decidió variar el orden de las franjas de color colocando la franja azul en la parte del asta y la franja roja al final. Esta idea surgió de los consejos del famoso pintor francés Jacques-Luis David, autor de obras tan reconocidas como el retrato de Napoleón o la Muerte de Marat, y además íntimo amigo de Robespierre. Nuevamente el blanco se usaba como representación de la monarquía que quedaba encerrado entre el rojo y azul a la ciudad de París.
Tras los doce años que duró la Primera República Francesa, llegó el Primer Imperio Francés de la mano de Napoleón Bonaparte, momento en el que la bandera siguió ondeando con los mismos colores. No obstante, con la derrota de Napoleón y la llegada de la monarquía se retomó la antigua bandera blanca con la flor de lis. Bandera que durante toda la historia de Francia había sido utilizada en repetidas ocasiones para representar a la monarquía.
Junto al ascenso al trono por parte de Luis Felipe de Orleans, se instauró una monarquía constitucional. Quizá por ello Luis Felipe consideró oportuno seguir usando, o retomar, la antigua bandera con los tres colores. Durante este periodo la bandera lucía además un gallo, que también era considerado símbolo de Francia.
Tras el derrocamiento de Luis Felipe y la llegada de la Segunda República, la bandera francesa no sufrió ninguna modificación. Si bien es cierto que por aquel entonces el pueblo francés prefería identificarse con la bandera roja de las barricadas, una bandera que intentaba marcar la fuerza de la rebelión, la bandera de la revolución.
Llegado el Segundo Imperio Francés, entre 1852 y 1870, de la mano de Napoleón III, parece ser que no hubo ninguna modificación en el estandarte oficial del país. No obstante, con la caída de este imperio y la llegada de Carlos X el monarca, bastante autoritario y nada querido por el pueblo francés que veían en esta figura un mal del que habían intentado desprenderse hacia ya tiempo, decidió que la bandera que se debía ondear en su reinado tenía que ser la blanca con flor de lis. Obviamente podemos hacernos una idea de lo mal que terminó este monarca con esos aires de grandeza ante un pueblo al que no le temblaba el pulso a la hora de reaccionar.
La bandera francesa de tres bandas verticales, llegó a la oficialidad de la mano de las constituciones de 1946 y 1958. A partir de este momento es un símbolo más del país, un estandarte que se mantiene ondeante en todos los actos oficiales, así como los edificios públicos de las ciudades francesas.
Una bandera que para el pueblo francés no hace más que resaltar una vez más los ideales de la revolución, la libertad, la igualdad y la fraternidad de un pueblo.
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